La insuficiencia que aqueja nuestra realidad como país, se
debe en muchos sentidos a la falta de igualdad. Esto se refleja invariablemente
en la inestabilidad económica, política, cultural y social. Las instituciones,
carecen, en general de veracidad y apertura en un sistema a veces descocado y corrupto; que utiliza la manipulación informática a manera de justificación...
¿acaso estamos obligados a absolverlo?
Afortunadamente no somos los únicos que reclamamos equidad en
el mundo. Lo tangible es que hay pobreza, injusticia, insalubridad y hambre en la mayoría de los estados
nacionales; ya ni mencionar la marginación que viven día a día las entidades
rurales. Continuar de largo ante esto, es como aprender sin
escuchar, es ser políticamente correcto, pero socialmente irresponsable.
Por tanto, gran parte de la
tarea inicial se trata de sensibilizar, cosa que en ocasiones resulta ambigua
viniendo de círculos de creación de no fácil acceso; escasamente interrelacionados con las circunstancias que nos afectan. Romper el
molde de la comodidad personal y el onanismo artístico (como creadores, productores y docentes), nos lleva a utilizar el
teatro, la sociología y otras formas de comunicación escénica y no verbal, como
catalizador, canalizador y saneador, social; arte con objetivos globales por un
bien común: Vínculos para el desarrollo humano.
La suma de cada carencia, utópicamente es la raíz de una
nueva posibilidad: “Tenemos la obligación de inventar otro
mundo porque sabemos que otro mundo es posible. Pero nos incumbe a nosotros el
construirlo con nuestras manos entrando en escena, en el escenario y en la
vida” Augusto Boal.
Vicente Eduardo Cervantes
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